martes, 24 de junio de 2008

Notas sobre el viaje en la Provincia de Misiones: Caparrós te escribió, yo te leí


Caparrós nos invita a subir a su “Erre” y viajar, no solo desplazándonos geográficamente, contemplando los paisajes y enfrentando las eventualidades del camino, sino que también nos propone involucrarnos con el relato de la experiencia del viajero que pretende transmitir lo que vivencia en el contacto con lo nuevo, con un “otro” distinto, buscando respuestas, comprometiéndose con la realidad que transita desde una mirada crítica, pocas veces solo contemplativa.
En el trayecto recorrido por el interior de nuestro país, Caparrós nos propone cuestionarnos y reflexionar sobre la(s) argentina(s) posible(s), y el imaginario colectivo de las distintas realidades, la representación simbólica y plagada de mitología que rodea a la pregunta sobre “qué es ser argentino”.
No he podido olvidar algunos fragmentos leídos en Provincia de Misiones, y me propongo citarlos como medio disparador para mis notas de lector sobre el capítulo.


Cuando el viaje empieza donde termina: hacer sentido lo vivido
“Yo no investigo, no hurgo, no busco nada oculto: con lo visible alcanaza. El problema no es descubrir; el problema está en hacer sentido con lo que se ve. Entender, que le dicen, o sea: cruzar, relacionar, pensar causas y efectos: arriesgarse. La verdad, si es que existe ese bicho, está en las relaciones. Buscar lo oculto es quedarse en la superficie de las cosas.”
En las palabras con las que finaliza el capítulo sobre Misiones comprendo la escencia del viaje de Caparrós y el espíritu que guia su relato.


Los “sentidos” del viaje
“Es una vida rara. Escuchar, mirar mucho, hablar solo, pensar, anotar, dormir cada noche en un lugar distinto, comer bastante feo casi siempre, leer diarios locales o ninguno, limitar mi mundo a mi asiento del coche y todo lo que le pasa por el costado: la Argentina. Es una vida rara: como si me hubiera desprendido de todo lo habitual. Me impresiona lo tentador que es ese desprenderse. Sin mujer, hablando a veces con mi hijo, sin conversar con un amigo, usando mucho cada camiseta, las mismas alpargatas día tras día, y todo puesto en la mirada”.
Con estas primeras líneas que dan inicio al capítulo Misiones, Caparrós muestra a Martín, al hombre que contiene al viajero, al “ser” del cronista que registra en su cuerpo, en su mente, las huellas de la impronta que va dejando el viaje. Y me permite percibir en esa descripción sincera, su estado de ánimo, las características de esa “vida rara” que el transcurrir del viaje ha convertido en su vida cotidiana.


Buscando respuestas: juego de obstáculos
“Paro en Apóstoles, capital nacional o provincial de la Yerba Mate, para ver si alguien me dice dónde puedo ver la cosecha de yerba: la tarefa. Hago varios llamados, cada cual me dice que debo hablar con otro, todos insisten en que es muy difícil. No debe serlo tanto: yo sospecho que no quieren que vea cómo trabajan esos señores y señoras, esos chicos.
Cuando la yerba
mate.”
A veces los viajes imponen un compromiso social, implican un barajar y dar de nuevo. El juego que luego se presente puede agradar o no, tornarse complicado o resultar sencillo, seguramente implicará estrategias, pero Caparrós nos demuestra, no solo en este pasaje, sino a lo largo de todo su relato, que perseverando se encuentra el centro del laberinto: pues nos mostrará el camino que nos conduce a la salida, nos permitirá hallar respuestas, o tal vez generará nuevos interrogantes, nuevos motores de ruta.


Que la inocencia te valga
“Cuando vuelvo, en el puesto fronterizo, la empleada de la Aduana me dice que abra el baúl del Erre. Yo lo abro desde adentro.
No, tiene que bajarse y abrirlo usted.
Bueno, como usted quiera.
Me bajo, lo abro. Le pregunto por qué.
Imagínese que usted no me ve y yo abro y le pongo algo en el baúl.
Bueno, pero yo confío en usted, ¿no?.
La mujer se ríe: le debe parecer un chiste.”

Durante el viaje se presentan situaciones que ponen en evidencia el desconocimiento respecto al lugar, a las normas que rigen el comportamiento, a las características de una cultura particular. Y obligan a tomar ciertas actitudes ante lo ajeno, transformando nuestra mirada, nuestro accionar, cambiando la concepción de la realidad para adaptarnos y adecuarnos a la convivencia local.


Ser argentino me representa: o la representación del ser argentino
“Tierra de yerba: esto es tierra del mate. A mi me gusta tomar mate, pero además me emociona: me dan ganas de cuidar esta costumbre [...] A los habitantes de las cuencas del Paraná y el Uruguay nos gusta chupar un fierro calentito para que el agua que ponemos en un zapallo vaciado y agujereado salga con gusto a una yerba que le metemos dentro: un líquido amargo que nadie más entiende, un rito de compartir que nadie más comparte. Ya quedan en el mundo pocas ingestas tan locales”
En Posadas “los chicos crecen con la televisión en portugués, portugués tambien es su idioma. Yo me pregunto si habrá que introducir en la lingüística, para balancear la idea de lengua materna, la de la televisión. Después me encontré por la calle a cuatro jóvenes argentinos – diez, once años – chapoteando con sus botas de goma y les preguntaré cuál es su programa favorito: -O Chaves do oito” ( Chavo del Ocho )
“Pero después les preguntaré a los cuatro vandalitos patrios de qué cuadro son. Tres me dirán de Boca, uno de River.
¿Y no son de Gremio o de Inter?
No, esos son brasileros.
Me dirán, con desprecio y acento brasileño. En el fútbol la patria sí está clara”.
Caparrós nos ayuda a recorrer los símbolos que marcan nuestra identidad, y que burlan cualquier límite geográfico. Sabemos del afecto particular que lo relaciona con el fútbol, tal vez por ello resalte el deporte en este diálogo. Pero también encontramos a lo largo de su relato de viaje, en un lugar privilegiado, al mate, un ícono de representación más que significativo, particularmente en el interior de nuestro país, así como podríamos resaltar las letras de incontables tangos que apasionan a los porteños. Sin embargo, la intención de Caparrós parece ser encontrar respuesta a “qué es ser argentino”, y probablemente se acerque a la respuesta en compartir una misma camiseta, en forma sorprendente tambíen con aquellos niños de identidad híbrida.


Viajeros: toda una especie ( de comunidad )
“Hace un rato que miro pasar gente: nadie sin su cámara.
El agua está en el agua
y en el aire.
Si nos deja
la tierra es porque es tan
poquita cosa”.
“Esas estúpidas ganas de escupir hacia el salto, de agregar algo: de participar”.
“Muy pocos no se fotografían frente al salto. Hemos aprendido: cada cual compone frente a la lente la imagen de sí mismo que quisiera. Quien levanta el mentón, quien esconde la panza, quien simula una sonrisa que tan barato durará años y años. Están dibujando su futuro [...]”
“Esa rara sensación de tener que disfrutar de este momento, de este paisaje, de saber que uno ha hecho más de mil kilómetros para llegar acá y que es, probablemente, irrepetible”.
Viajar lleva implícita una cierta compulsión a registrar cada momento, a dejarse invadir por la adrenalina de pensar como único e irrepetible lo que está sucediendo. ¿Cómo canalizar todas estas sensaciones?. El mejor medio parece ser disfrutar y centrar la atención en cada novedad, intentar perpetuar lo que ven los ojos mediante la lente de una cámara fotográfica que deje inalterables las escenas que protagonizamos, que eternice todo nuestro interior manifestado en las expresiones revividas en un volver a ver las fotos, las imágenes que podrán retrotaernos a ese momento, simulando que no se ha convertido tan solo en el fantasma de un recuerdo.


Triple Frontera: ningun punto y a parte. Toda(s) la(s) realidad(es)
“No conozco viaje más sorprendente”
“Todo lo que se dice, todas las fantasías sobre la Triple Frontera se quedan cosas frente a la realidad. Esto es muy raro, es el efecto de la frontera: en pocos minutos podés estar en escenarios completamente diferentes, Puerto Iguazú, Foz, Ciudad del Este. Esto te quema un poco la cabeza, te da una percepción distinta., es como si fueras menos responsable, como que siempre estás en otra parte. Aparecen cantidad de cosas que normalmente no aparecerían”
La Triple Frontera parece sorprender y dejar atónito a Caparrós, pero no le quita el don de la palabra, no detiene su producción narrativa, todo lo contrario, lo impulsa a registrar lo que acontece en un lugar tan estratégico, polémico, donde convergen diversas culturas, donde los hechos simulan pasar desapercibidos: venta de bebes, contrabando de mercaderías, el fantasma de la anarquía, empleos sin registro.

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